Horacio Lavandera selló los 200 años de Amistad Argentino-Alemana
Octubre de excelencia y deidad artística. Fuego interior y aplausos unánimes. Y una entrega total que conmovió a todo el auditorio. La ciudad de Quilmes y el Colegio Eduardo L. Holmberg se vistieron de fiesta y trascendencia al ser el epicentro de un concierto de gala que celebró los 200 años de amistad argentino-alemana. La noche tuvo como protagonista al eximio pianista Horacio Lavandera, una velada que no solo conmemoró lazos históricos, sino que reafirmó el encuentro de la excelencia artística, contando con la distinguida presencia del Embajador Dieter Lamlé y su comitiva.
La admiración que provoca Horacio Lavandera es tan difícil de describir como su arte resulta hipnótico. Al sentarse al piano, este excepcional artista argentino se abrazó compenetrado al instrumento, ofreciendo a los presentes un despliegue total de bonhomía, didáctica y pasión expresiva. Su sonrisa modesta y tímida se suma a la seducción e interpelación que genera con la danza de sus manos sobre las teclas, despertando aplausos unánimes en su tercera presentación consecutiva en la institución.
Una apertura colaborativa y vibrante
El concierto se dividió en dos segmentos memorables. La primerísima parte tuvo a Lavandera como un anfitrión generoso, sumando al escenario artistas, alumnos, voces y colores. La apertura fue un deleite puro con el Coro de niños y alumnos de Primaria, dirigidos deliciosamente por la Profesora Elizabeth Steinbrunn, quienes interpretaron «Zum Ziele» de «Die Zauberflöte» K.620 de Mozart.
Inmediatamente, los alumnos del nivel secundario, bajo el nombre de WAS?, ofreció una emotiva versión de la simbólica canción «Wind of Change» de la banda alemana Scorpions. El talento local continuó con la propia Elizabeth Steinbrunn, que puso su voz a la obra Ging heut Morgen übers Feld (del ciclo Lieder eines fahrenden Gesellen) de Gustav Mahler. El broche de oro de esta sección llegó con un exquisito dúo: la exalumna Eleonora Ferreyra en bandoneón y Lavandera al piano, compartiendo Schwanengesang IV. «Ständchen» de Franz Schubert.
La intensidad creció con la llegada del consagradísimo Quinteto Lumière, que desplegó toda su potencia sonora y audacia con composiciones de Astor Piazzolla. Lavandera se sumó a este encuentro tanguero sobre el cierre, compartiendo las interpretaciones de antología de Buenos Aires estresada y el ineludible Libertango.
La deidad y la dificultad técnica
La segunda parte de la noche se centró en las obras que representan quizás la mayor dificultad técnica del repertorio pianístico. Aquí, Lavandera abordó el fuego interior de las variaciones «God Save the King», WoO 78; “Rule Britannia», WoO 79, y, por supuesto, las monumentales variaciones «Diabelli», Op. 120.
El espectáculo, promediando su desarrollo, se sumergió en el universo Mahleriano con Ich ging mit Lust (Lieder und Gesänge), Das himmlische Leben (del cuarto movimiento de la Cuarta Sinfonía), y la profunda solemnidad de la Marcha Fúnebre y el Adagietto (ambos de la 5ta Sinfonía de Mahler).
Cerca del final, el repertorio demostró la versatilidad única de Lavandera, quien supo atravesar la música popular con la inspiración y el rigor académico que solo él puede ofrecer. El público fue testigo de las brillantes variaciones sobre «While My guitar gently weeps» de George Harrison (The Beatles) y de la sorprendente Sonata en homenaje a Gustavo Cerati, III, Allegro «En la ciudad de la furia».
El cierre fue una ofrenda de elegancia y nostalgia: Souvenir de Vienne, op.9 de Clara Schumann.
Horacio Lavandera en la Holmberg Schule, una noche imborrable que quedará por siempre entre las páginas más célebres de las llevadas a cabo por la institución y un verdadero honor para la ciudad de Quilmes.

